
Hace días nos enterábamos de que el conseller de Educación, Alejandro Font de Mora, entregará a todos los padres y madres de alumnos en Valencia una guía orientativa con información básica sobre los principales derechos que, como padres y madres, pueden ejercer dentro de la comunidad educativa.
En esta guía, entre otras cosas, se recoge todo el tipo de ayuda que pueden solicitar del centro educativo, tanto a nivel personal, como psicológico. Además, en el texto se reproduce el capítulo del Decreto de Derechos y Deberes que concierne a las familias y entre los que se destaca el derecho de los padres a estar informados del progreso del aprendizaje de sus hijos, a conocer los procedimientos establecidos por el centro, a participar en el proceso de enseñanza, a participar en la organización, funcionamiento, gobierno y evaluación del centro, a ser oídos y a que les sean notificadas las faltas de asistencias y retrasos, entre otros.
Además, la guía también recoge información relacionada con los programas bilingües. Por ejemplo, en el caso de que los padres, madres o tutores legales desean que el alumno reciba un tratamiento lingüístico distinto al que el centro aplica según su diseño particular, lo deberán manifestar en un plazo de 30 días a partir del inicio de las clases. Esta solicitud se hará individualmente y por escrito a la dirección del centro para que esta adopte las medidas oportunas.
Aunque quizá la parte más interesante de este proyecto y guía es aquella en la que se recuerda el uso gratuito de los servicios psicológicos del centro educativo, y de todas aquellas ayudas externas e internas al centro.
Ya son muchas las comunidades que se plantean realizar la misma actividad, aunque también son muchas las comunidades que se preguntan si esto realmente ayudará o servirá de algo, ya sea a los alumnos o a los propios padres.
Pues bien, desde el Hueco Educativo queremos apoyar y fomentar la creación de dicha guía. Nos encontramos en una realidad social y educativa que roza el pesimismo. Una ideología juvenil basada en el “no me apetece”, en la apatía, la individualización (que no individualidad), y la falta de respeto a todo aquello que rodea, mueve o respira.
Según un sondeo, el 36% de los jóvenes menores de 32 años pertenecen a la generación NI-NI. Para todos aquellos que no estén familiarizados con este concepto, la generación NI-NI es aquella generación de jóvenes que NI trabajan, NI estudian; y que seguramente NI comerían, NI ducharían de no ser por la ayuda de los padres.
¿La culpa?
Son muchas las voces que están buscando al culpable de esta realidad, y la mayoría de las miradas y dedos señalan a los padres. No creo que los padres sean los culpables totales de esta situación, aunque si los responsables.
María, una madre soltera de 45 años, me explica su situación actual de esta manera: “Mi hija tiene 21 años, […] siempre ha sacado buenas notas, pero llegó un momento que cuando cumplió 19 años las cosas cambiaron. […] Dejó los estudios, no quiere trabajar, no hace absolutamente nada. Se levanta a las 2 de la tarde, come, se echa la siesta, se levanta y se va con las amigas, aparece a la hora de cenar, se acuesta… y así toda la semana. […] No le puedo decir nada, si le mando recoger su habitación o le digo que busque trabajo, que haga algo con su vida, me contesta con insultos y gritos, todo de mala manera, […] así que muchas veces prefiero callarme antes que crear una pelea”.
Esta situación la viven diariamente miles de padres. Los jóvenes se creen ahora dueños y señores de sus casas, creen que es obligación de sus padres darles dinero, hacerles la comida, la habitación… y así nos va.
Hace poco conocíamos el caso de una niña que recibía mensualmente 600 euros de sus padres, además, estos le pagaban el piso de estudiante. No estudiaba, no trabajaba, no asistía a sus clases… y aún así llevó a juicio a sus padres reclamando 800 euros para poder tener una “vida digna”, y “hacer fotocopias”.
La característica negativa más destacada en estos jóvenes es la poca tolerancia al “no”. No aceptan esa negativa a las cosas que piden a sus padres, y como casi todo en esta vida la respuesta la encontramos en nuestra infancia.
Tenemos que educar a nuestros hijos sin ese miedo a que dejen de querernos o que piensen que somos unos malos padres por el hecho de negarles cualquier cosa. Cuando, precisamente, lo que estamos haciendo es educarles, enseñarles que no pueden tener todo lo que desean cuando lo desean, y si es así, enseñarles el valor de la recompensa y el sacrificio, es decir, la cosas cuestan conseguirlas, requieren un esfuerzo, “el dinero no viene del cielo”.
Cuando a un hijo o hija se le da todo lo que pide de una manera desmesurada, llegará un momento en el que no se le podrá dar, y el hijo, obviamente, no entenderá esa negativa y reclamará su “derecho” por otras vías.
Un valor fundamental que debemos enseñar y cultivar en la educación de los más pequeños es el de la responsabilidad. La mayoría de los jóvenes españoles reconocen que sacan buenas notas o sacan adelante sus estudios porque conocen que después vendrá una recompensa; un coche, dinero, ropa, unas vacaciones con los amigos…
Aquí erradica otro error. No podemos dejar que nuestros hijos nos pidan algo a cambio de estudiar o trabajar. Debemos enseñarles que es SU responsabilidad, no la nuestra. Que lo deben hacer por ellos, no por nosotros. Que es de su futuro del que estamos hablando, que los padres hace años que tienen esa meta conseguida. Si empezamos a premiar y a firmar ese “contrato”, por ejemplo, “Papá si apruebo la selectividad me compras un coche“, no les estamos haciendo ningún favor. Estamos retroalimentando esa conducta egoista y pasiva de “yo hago esto porque luego me darán lo otro“, y atrasando el proceso madurativo y de aceptación de las responsabilidades para más adelante, cuando posiblemente ya sea muy tarde para cambiar esa pauta.
Cuando yo era pequeño, recuerdo como mi madre me explicaba de donde salía el dinero para ese juguete, “trabajando hijo, trabajando mucho…”. También me explicaba cómo si querías hacer algo de provecho con tu vida debías estudiar mucho, conseguir un título, para así garantizarte un nivel el día de mañana.
También recuerdo muy claramente el momento en que por primera vez en mi vida le falté el respeto a mi madre. Bastó un “vete a la mierda”. Bastó una “ostia bien dada”. Cuando pienso esto, no me viene a la cabeza la palabra “maltrato”, ni la expresión “mala madre”. Me viene a la cabeza “gracias”. Gracias por no dejar que me convirtiera en un joven que ni aporta, ni piensa, ni organiza, ni decide… Gracias por querer que mi futuro sea mejor día a día, por tener aspiraciones, por querer ser el mejor…
Mano dura, dicen algunos. Yo lo llamo “poner las cosas en su sitio”. No puedes insultar a tu madre, no puedes reírte de tu padre. No puedes pasarte los días, con más de 20 años, tirado en el sofá esperando el plato caliente en la mesa. No puedes gritar a tus padres. No puedes tirar cosas por la ventana porque no te dan dinero para salir de fiesta. No puedes, no puedes.
Ahora muchas comunidades se preguntan si esta guía para padres será realmente útil.
Juzguen ustedes.
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